martes, 13 de diciembre de 2011

La higuera maldita Autora: Tiare Fuetes.

Carla fue a matricularse con su madre a un nuevo colegio, cuando esperaba fuera de la oficina de la directora, fue a caminar por la escuela. Tuvo sed y salió a comprar algo para beber, en la esquina había un almacén donde una anciana vendía dulces y bebidas.
– ¿Cuánto vale la Fanta? – dijo Carla
– Mi niña valen doscientos cincuenta – respondió –. ¿Usted es nueva?
– Si, mi madre me está matriculando.
– Le voy a dar un consejo, no se cambie a esta escuela.
– ¿Por qué dice eso? – preguntó Carla.
– La casa está maldita, puede pasarte algo.
– Me está asustando señora.
– Es la verdad, en este sitio sucedió algo muy malo.
– ¿Qué paso?
– Hace mucho tiempo en el lugar donde estaba el colegio había una casona donde vivía la familia González, en el primer piso dormía el padre y la madre, en el segundo los cuatro hijos.
Para golpe del 73 mientras dormían mataron a toda la familia.
La casa por muchos años estuvo abandonada, nadie quería comprar el terreno, ya que en la noche se oían llantos y gritos, los vecinos decían que eran las voces de los niños clamando por justicia.
Después de muchos años vendieron la casa para hacer un colegio, pero desde que comenzó a funcionar ocurrieron cosas extrañas, un día dos alumnas llamadas Paulina y Tiare se quedaron solas en una sala esperando que las vinieran a buscar y observaron a una niña cubierta de sangre.
– ! No me maten por favor! – les exclamó la niña a Paulina y Tiare
Las niñas salieron del baño para buscar al tío del furgón, cuando iban a su casa chocaron de frente en contra un camión falleciendo ambas en el lugar.

– Eso no es lo peor – dijo la anciana – un día el profesor de matemáticas vio en el baño una mujer.
– Váyanse mortales déjenos descansar – le dijo la mujer al profesor
Después de ese incidente a la esposa del profesor le vino una extraña enfermedad, que en tres semanas le quitó la vida. El profesor no soportó la tristeza, por lo que dejo de hacer clases, nadie sabía donde estaba, la última vez que lo vi pedía limosnas fuera del colegio. A la semana lo encontraron con una cuerda enrollada al cuello colgando de la higuera, que está en el patio del colegio.
– No me siga asustando señora, no creo en fantasmas –dijo Carla.
– Después no digas que no te lo advertí – dijo la anciana mientras se le ponían rojos los ojos.
Carla se fue corriendo a la oficina de la directora donde estaba su madre.
– ¿Es verdad lo que me contaron? – dijo Carla.
– ¿Qué cosa? – preguntó la directora
– Que en este colegio fue asesinada una familia.
– ¿Quién dijo tal cosa?
– La señora que atiende el almacén de la esquina.
– Que extraño – dijo la directora – síganme.
– ¿Donde dices que esta el almacén? – preguntó la directora.
– Ahí en la esquina – respondió Carla.
– Pero si hay solo una casa abandonada – dijo la directora.
– Si estuve hace unos minutos conversé con que vendía bebidas – dijo Carla.
– Déjate de inventar cosas – dijo la madre.
– Pero te juro que es verdad.
– No verás más televisión en la noche, después andas viendo fantasma en todos lados, ahora no me hagas perder más tiempo y vamos al colegio –dijo la madre.
Cuando volvieron Carla se tranquilizó, se convenció que la anciana fue producto de su imaginación.

Bienvenida – dijo la directora – espero que lo pases bien.
– ¿Donde está el baño? – preguntó Carla
– Al fondo del pasillo.
Camino hasta el final de un oscuro pasillo, había una niña lavándose las manos.
– Tú debes ser Carla.
– ¿Cómo sabes?
– Es que este colegio corren rápido las noticias. Voy decir algo que te va salvar la vida.
– ¿Qué cosa?
– Debes seguir los consejos de la anciana.
– ¡Deja de asustarme, esa señora no existe, todo fue producto de mi imaginación!
Carla fue corriendo donde estaba su madre y la directora.
– ¡Mama, mama!
– ¿Qué ocurre? – preguntó la madre
– Una niña me dijo que lo que me conto la anciana era verdad.
– ¿Pero cómo? – dijo la directora – si hace más de tres horas que se fueron todos , somos los únicos que estamos en este lugar.
– ¡Si la vi, se lo juro!
– Discúlpela señora, nos vamos a la casa, tengo que hablar muy seriamente con mi hija.
Cuando iban caminando Carla iba llorando
– No quiero volver a ese lugar.
– Déjate de inventar cosas, solo piensas en ti, sabes que trabajo y este es el único colegio cerca de la casa. Si continuas con esas historias extrañas voy a llevarte al psicólogo.

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